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Mostrando entradas de septiembre 2, 2023

La chica judía

Yo conozco en Córdoba a chicas con una cara parecida, así como un poco jipis, algo perroflautillas, artistas sin duda, de Filosofía y Letras, que se cambiaron a Arte Dramático y después volvieron a cantar en la calle para romperme el corazón. A veces me las encuentro esperando a no se sabe quién en la puerta de la Filmoteca de Andalucía, o en la entrada de la Mezquita, junto a la Torre, y quizá las he creído ver alguna noche de sábado (Sabbath) litroneando por los Ministerios o en el Museo Arqueológico, pidiendo papel a unos guiris con trenzas. Jerusalén debe ser como Córdoba pero con más moros y judíos, y chicas alegres a la par que misteriosas, de nariz larga y pechos turgentes. La chica judía te envuelve con su lengua inexcrutable y después desaparece por las calles intrincadas de la Judería. Generado por AI

La panacea del humo

El cigarrillo de después mata menos que el pitillo de antes de entrar a currar de coger el autobús de matar el amor de consolar la soledad. El joint de entremedias es más sano que el porro en la puerta del club que la colilla semiacabada en el callejón de la cocina clandestina como el que sale en las pelis neoyorquinas. A un muerto no le pones un Marlboro en los labios como mucho un Ducados. Tu padre fallecido no era ese murciélago en el patio de los Franciscanos abatido por los muchachos fumador obligado putada animalesca en los lejanos ochenta. Semidesnudos en la piscina burguesa viejos que se resisten a arrugarse fantasías eróticas que chorrean por la piel como aceites solares que atraen el cáncer. Cada año promesas de cambio desmentidas por las nuevas olas de calor mas abrazados al célibe clamor, sin sexo todo es tabaco que sea del bueno por lo menos. Generado por AI

GUAPA

Era un verano adolescente, en Trassierra, en una zona de casas y chalecitos en la sierra de Córdoba. Me invitaron unos amigos del instituto a bañarme en la piscina comunitaria de la urbanización. Entonces apareció ella en su bañador amarillo fosforescente, y su brillo cegador iluminó brevemente mi vida. Lo recuerdo como si fuera una de aquellas películas francesas de iniciación, Los Juncos Salvajes o similares. El agua hizo que se le transparentaran los incipientes pezones debajo del bañador, y ese momento fecundó el comienzo de una nueva etapa de juventud. No sé si hablamos mucho o poco. Como me gustaba, no creo que me atreviese a nada más que a mirarla. Pero hubo contacto, el más puro que podía ser con esa edad y en aquel contexto feliz de baño y ocio amistoso. Alguien, un vecino de los padres de un amigo, montó una verbena improvisada, pusieron música y bailamos. Sí, bailé con la chica del bañador amarillo, aún no me creo que con 13 o 14 años yo fuera tan valiente. Y me disculpé po

Ahora sí

GORDA Creo que sucedió cuando repetí segundo de Bup; me sentaron junto a una chica algo obesa, maquillada como una puerta y vestida como una señora mayor. Al principio nos llevamos bien, ya he contado que tenía buena mano como amigo de las mujeres. Ella era hija de un militar de alto rango que vivía en una casa-cuartel muy cerca de mi barrio. Sus maneras eran autoritarias. Recuerdo que nuestra (también cuestionable) amistad terminó en el momento en el que ella se sintió humillada por un comentario que hice en público, y que la implicaba. No, no la llamé gorda.

PUTA

M e gustaría volver a ver a aquella compañera de segundo de Bup que tenía fama de puta. No lo decía yo, la llamaban así. En esa época, yo ya era amigo de las chicas, como si fuera homosexual, por eso no entendía muy bien el por qué de aquel cuestionable prestigio. Ella no era mi amiga. Como me veía tan flojito, pienso que me despreciaba. Lo comprobé una mañana, creo que ya en tercero de Bup, cuando hablando con un amigo, ella me escuchó decir que me gustaba una chica o que había quedado con ella, y me preguntó con mala leche si yo de verdad tenía amigas o novias. Entonces pensé que sí, que era bastante puta. Zahara. Su disco se llama "Puta", pero no me refería a ella.