Yo conozco en Córdoba a chicas con una cara parecida,
así como un poco jipis,
algo perroflautillas, artistas sin duda,
que se cambiaron a Arte Dramático
y después volvieron a cantar en la calle para romperme el corazón.
A veces me las encuentro esperando a no se sabe quién en la puerta de la Filmoteca de Andalucía,
o en la entrada de la Mezquita, junto a la Torre,
y quizá las he creído ver alguna noche de sábado (Sabbath) litroneando por los Ministerios o en el Museo Arqueológico, pidiendo papel a unos guiris con trenzas.
Jerusalén debe ser como Córdoba pero con más moros y judíos,
y chicas alegres a la par que misteriosas,
de nariz larga y pechos turgentes.
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