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Mostrando entradas de abril 3, 2008

CRÓNICAS DE VILLA BADORCO (I)

En la plaza de Colón hay unos bancos bien resguardados de las miradas, delante de setos muy poblados. En uno de ellos traté de meter mano a mi primera novia. No se dejó mucho porque no había mar cerca. En las ciudades del interior el pudor se viste de luto, y en la orilla del mar los ganglios se acompasan con el vaivén de las olas. Eso pienso ahora, y quizá no sea verdad. Delante de las puertas de la iglesia del que había sido mi colegio de curas, en la esquina de su calle, ocurrió mi primer beso en la boca con aquella chica que tenía dieciocho años recién cumplidos. Después se casaría con un médico. Éramos en un principio una pandilla de cinco, número desproporcionado, deberíamos haber sido un grupo de seis, tres chicas para tres chicos y todos tan felices. Así que a veces, la carabina de una pareja era yo, y otras, uno era el acompañante solitario de mi pareja. Nos molestábamos un poco y aquellas amistades se deshicieron por deslealtad. Mi mejor amigo se lió con mi primera novia y el