Juan Manuel Santiago León / ARTE DISPERSO

Mi madre siempre ha tenido gafas, y yo reconozco que nunca he sido un gran escritor. Hay chicas a las que tendría en palmitas, no les faltaría de nada mientras viviesen. No tendrían que tener nada conmigo, sólo que me dejaran contemplarlas. Algunas cuando trabajan son encantadoras. Laboriosas, ordenadas, disciplinadas, alegres, incluso cansadas sonríen. Todo es esplendor en ellas. Yo no sé por qué paso más tiempo airado que sereno. Si mirarlas ya calma. Yo no sé por qué mi rictus es siempre tan serio, si en el fondo río con ellas. Tengo que aprender a tener alegría, a ser alegría. Y sé que todas estas palabras son mentira, la ficción me ayuda, cura. Quizá alguna sepa apreciarlas, y me haga sentir un bardo. Porque debe haber alguien que les cante. O sentir algo en este momento. Todo es esplendor ahora.

Quizá nos acordamos más de ellas como de Dios, en los malos momentos. Cuando más hacen falta sus abrazos y sus palabras cariñosas. Uno crece y se cree fuerte y seguro, independiente. Se aleja de la familia y forma la suya propia, o se refugia en los amigos y compañeros, intentando sustituirla de alguna manera. Pero a la hora de la verdad, ellas son las que de verdad están ahí, las que cuentan. Y devolverles todo lo que nos han dado nunca se podrá hacer. Ya sabéis quiénes son : las madres .