Juan Manuel Santiago León / ARTE DISPERSO

El asesino interior se cargó a dos hermanos de mi padre, los dos quisieron ser músicos y en la cadena de producción germánica hicieron germinar deseos de auto-exterminio masivo. La vena judáica trabajadora, extenuante refugiados en la actividad dinámica huían de la rutinaria crianza eran de otra raza ahora los que quedamos como traidores nos cuidamos. Existencias rápidas, casi suicidas creando familias hacia la nada como empresas en rebeldía ahorrando traumas monetarios para los hijos. Debe haber algo heróico que se me escapa algún detalle sencillo que no he analizado en la feroz crítica, en el ácido sarcasmo puede encontrarse un punto trágico. En la soledad distante como si fuera un dios inútil, corre por el parque rumiando venganzas fugaces. Como flores nos crecen nuevos asesinos interiores nudos nunca atados con el lazo del padre. Histeria íntima consolada por el vino y un puñetazo en la puerta. Perdonando vence siempre la vida.