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Mostrando entradas de abril 11, 2008

MIEDO AL RIDÍCULO

Foto de Darkartz, una web de la República Checa Entre la colada encuentro un cuerpo yacente. Sus pómulos hinchados y la mirada vidriosa indican que murió ahogado. Las mujeres charlaban con gestos exagerados, al borde de la piscina. El agua que les lanzaba, no las salpicaba, y mi grito se iba llenando de hachedoscero. Tenía que llegar a la escalerilla como fuese, pero no sabía cómo nadar. Qué humillación ser salvado por mi tío del bigote. Ahora no debo tratarle mal, le debo mi vida. Ser el incapaz de la familia no justifica este resentimiento contra los ganadores que viven en chalets de la costa. Sólo el terror en su cara, y el miedo a hacer el ridículo, tiritando aún en la muerte. Meto el cuerpo en la lavadora y lo centrifugo. Espero que mañana, cuando lo tienda para que se seque, no llueva.

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Su recuerdo aparece como en un sueño. Su nombre era Estrella. Firmaba los folios con trece estrellas amarillas, su número, su nombre, su color favorito. Tenía diecisiete años y la vi por primera vez con una fregona en las manos, hastiada de sus padres y de limpiar el suelo, como Cenicienta. Esto me lo dijo en otra casa, sentada en un ladrillo, no necesitaba más. Era como una novicia moderna, madura para su edad. Una niña de trece años, como yo, con un bañador amarillo, el pelo largo y pechitos incipientes, en la piscina, al lado de la casa de antes, jugando conmigo a no sé qué, había motos en el exterior, y chavales mayores rodeados de botellines de cerveza. El padre de mi vecina nos sacó en volandas de aquella piscina. Ese señor se asustó demasiado pronto, ojalá su infancia hubiese sido diferente para que yo pudiera haberme quedado más tiempo.