Quizá nos acordamos más de ellas como de Dios, en los malos momentos. Cuando más hacen falta sus abrazos y sus palabras cariñosas. Uno crece y se cree fuerte y seguro, independiente. Se aleja de la familia y forma la suya propia, o se refugia en los amigos y compañeros, intentando sustituirla de alguna manera. Pero a la hora de la verdad, ellas son las que de verdad están ahí, las que cuentan. Y devolverles todo lo que nos han dado nunca se podrá hacer. Ya sabéis quiénes son : las madres.
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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