Después de conocer la noticia, ocultada durante largo tiempo, de que su padre había fallecido, Alberto Arlt decidió salir a la calle sólo con un hatillo y una cocacola. Todo empezaba a cuadrar en su cabeza ; su madre y sus hermanos habían sellado un pacto de silencio durante unos años para esconderle que su padre había muerto, pero al final, este hecho había salido a la luz. Por no hacerle daño, incluso habían contratado a un doble de su progenitor, y se habían inventado prolijas y elaboradas mentiras para hacerle creer que su padre todavía seguía en este mundo. Cuando descubrió la verdad, no pudo perdonarles. Abrió la puerta de su casa y se marchó para no volver. Viviría como un vagabundo, para que su familia nunca hallase su paradero.. (continuará..)
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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