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Suspirando en el Obradoiro.


Litografía de Graci Donoso a partir de una foto de Juanma Santiago de los peregrinos en el día del regreso.

La tarde del pasado Domingo, hablando con unos amigos que han vuelto no hace mucho de hacer su camino, recordaba por enésima vez el mio, el nuestro.

Ahora, 7 meses después de concluido el camino, ¿Qué recuerdos tengo? Demasiados como para contarlos todos (una vez más), demasiados como para aburriros, y demasiados que No contaré nunca.

Así que me centraré en un puñado de recuerdos de la Plaza del Obradoiro, la meta final del camino. No de la ciudad de Santiago, ahí tengo otro puñado de recuerdos, sólo de la vivencia especial en la misma plaza, cerca de la que dormí una noche.

Recuerdo la mañana que llegamos a Santiago desde la última etapa del Camino, oyendo gaitas de fondo, y encontrándonos con los peregrinos que frecuentamos en los días anteriores en albergues y senderos.

Nos recuerdo en el interior de la Iglesia por primera vez, a Paco golpeando la cabeza de Quato (el sumo hacedor), a Mar picándome con coñas durante la misa al día siguiente, a Ramsés observándolo todo muy de cerca y a Gerardo llamándome Hijoputa (como todos los días).

Recuerdo a Moacyr emocionado, victorioso tras recorrer 800 km a pie para llegar allí cuando en su país no le creían capaz de tal hazaña. Ahora es capaz de todo lo que se proponga, como todos nosotros. Recuerdo en ese momento a su amiga, la señora de Uruguay, que días antes en Melide comentaba que no sabía como iba a volver a su vida de siempre tras esta aventura, llorando de alegría bajo sus gafas de sol y abrazándonos a todos.

Recuerdo sobretodo estar tendido en la plaza, de noche, mi nuca apoyada en la piedra templada, mirando hacia arriba, al cielo, a la catedral del revés apuntando a las estrellas. Recuerdo girar la cabeza y ver junto a mi a Kirsten haciendo lo mismo, mirando al cielo con sus ojos inolvidables envuelta en su chal africano, rodeados de amigos, desconocidos de otros lugares hasta hace dos semanas.

Recuerdo a un japones (y brasileño) borracho, recorriendo la plaza con nosotros, feliz, camino del parador de los reyes católicos (ubicado al lado de la catedral) admirando embobado la catedral, también en la noche, y lanzarse al suelo abrumado de una versión etílica del Síndrome de Stendhal (la abrumación total por saturación de arte), recuerdo las risas de Gerardo a su lado, a Susana un poco piripi (o bastante) haciéndose la china entre risas tras arrebatarle el bastón al peregrino oficial de la ciudad y amenazarnos con él para que dejáramos de hacerle cosquillas.

Recuerdo una surrealista velada en el parador antes de ir a dormir en la última noche en la ciudad. Y recuerdo mucho más.

Recuerdo esperar el anochecer bromeando con Mar OjosVerdes y viendo como se enciende la plaza al salir la luna.

Y recuerdo la mañana que nos despedimos de todos, los que he nombrado y muchos más con los que quedamos o coincidimos antes de coger un taxi (primer paseo en otro vehículo que no fuera nuestros pies después de dos semanas) allí, en la plaza, casi a mediodía, mientras Paco recibía una llamada con vistas de futuro y sorprendido se lo contaba a todo el mundo que pudiera entenderle y se despedía entre besos y abrazos.
Mientras, un francocanadiense me decía con fuerte acento lo contento que estaba de habernos conocido, y Gerardo apuraba sus últimas fotos con las biónicas y nosotros.
En esa mañana me recuerdo triste, sentado con Susana en mis rodillas animándome, pendiente de mis suspiros de tristeza ante la marcha inminente, suspiros como nunca he dado.

Comentarios

  1. esto, mirmano, es demasiado personal para que yo pueda comentarlo. la litografía genial, y no porque sea sobre mi foto. ese día lo recuerdo porque viví un momento mr bean perdido por un barrio nuevo de madrid, incapaz de llegar a pie a la estacion mendez alvaro donde me esperabas. viví mi propio camino de polvo y ruído.

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  2. Jeje, cierto, lo recuerdo. Encuentro corto pero intenso, tus agobios madrileños y nuestra serenidad peregrina. Te satúrábamos contándote anécdotas e historias de nuestra aventura sin mirar el reloj, como un harvey keitel a su chica mientras el tren arranca y acelera en el Sueño de Ulises. Un rato de Comida, entrega de regalos, fotos y un helado de medio litro que terminé en el autobús. Besos.

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  3. Anónimo9:32 p. m.

    ¿Qué voy a decir si muchos no me conocéis? Al leer esto se me humedecen mis ojos, ojos que veo miraron a través de aquellos de los que caminaron a mi lado. Aquella foto en aquella noche de estrellas nunca la olvidaré, nunca olvidaré el silecio que compartidos en el que nuestros pensamientos se reunían en unas ganas enormes de seguir caminando, de no volver a nuestras vidas. No olvidaré al chino-brasileño-borracho que juraba que aquella era su última noche de alcohol ni a todas aquellas personas que, por unos días, se convirtieron en mi familia. Tengo que decir que siempre estarés en mi memoria como aquellos con los que compartí uno de los mejores momentos de mi vida. Tengo ganas de volver, se ha convertido en una necesidad, en un ansia que no puedo reprimir. Ya nunca volveré a caminar igual y siempre pensaré en aquella plaza como el refugio de mis pensamientos. No os olvido mis "hijos de puta" (jeje), espero volver a subir una montaña a vuestro lado, a caminar bajo la lluvia durante horas, a dormir en sitios llenos de guiris que roncan como osos, y a llegar, a llegar a una meta que es, como bien decían las biónicas, una mezcla de dulce y amargo, un bittersweet moment.
    Gracias por dejar que os encontrase en mi camino

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