Me lo han dicho varias veces: - Deja de quejarte y quejarte, te queremos como eres, no hagas más. La gente en la calle y en el trabajo no para de quejarse, no está satisfecha, parece frustrada y llena de ira, aunque a la hora de la verdad no suele hacer nada. No se cree que su vida y la de los demás está en sus manos. No actúa porque no sabe, no cree. Entre el fútbol, los programas rosas y la energía que se gasta en aparentar y vivir por encima de sus posibilidades se va la vida. Las preadolescentes sólo piensan en parecer mayores y los postadolescentes en seguir siendo peter panes, pues no queda otra. Pero el enemigo no es el joven, es el maduro, es el cincuentón, el sesentón, el anciano no porque ya no cuenta. El que tiene el poder es el enemigo, es el que no quiere que esto cambie por mucho que le estallará en las narices. Yo me quejo y abrazo a los árboles para no lanzar cócteles molotov inútiles que serán finalmente patrocinados por alguna marca de refrescos. A veces echo de menos más pasión, la revolución en un beso, el ardor de los incendios que me provoca tu nombre. La poesía es un arma de futuro, sobretodo un arma, hacer que la queja esté llena de belleza, azuzar a los jóvenes con alegría a que follen pero que no se queden embarazadas. Dije una vez que el botellón me parecía revolucionario, una protesta. Ahora ya no lo sé, el botellón, como el porro engancha y al final te posee. Si el botellón no está lleno de ideología sólo es alcohol barato. Yo te conocí en un botellón en los 90, soy de la generación de los treintañeros que ya no saben si están más cerca de un lado o de sus padres.
Tengo terror a meterme en la máquina-engendro que me aburguese, en esta tensión marxista de lucha entre clases, de no perder jamás la opción crítica hacia el sistema que se vive o padece. Tu cuerpo es mi manifiesto rojo. Tú eres la Maoísta de mis sueños. Amo la decadencia de Occidente y su cinismo derrotado.
Tengo terror a meterme en la máquina-engendro que me aburguese, en esta tensión marxista de lucha entre clases, de no perder jamás la opción crítica hacia el sistema que se vive o padece. Tu cuerpo es mi manifiesto rojo. Tú eres la Maoísta de mis sueños. Amo la decadencia de Occidente y su cinismo derrotado.
Dolor... qué gran excusa eres
ResponderEliminarHace tiempo que ya no grito por las calles "que no me llames Dolores"
Sin nuestras "quejas" el mundo nunca sería el mismo, nuestro mundo, nuestro planeta decadencia.
Me sigo meando de la risa cuando recuerdo que queríamos romper farolas y estrellar aquel aparatito de traducción simultánea sin pilas en la filmoteca, cuando la traductora se tomaba a cachondeo las películas que nos gustaban, y el taquillero nos miraba como a bichos raros... aquel taquillero funcionario que todavía está y que más que inculto parece retrasado. Y ser retrasado no es excusa para ser imbécil.
Aquélla película se llamaba "Repulsión". Y la hemos sentido tantas y tantas veces...
Ahora que la junta de Andalucía reabre la antigua casa de la juventud ... y nosotros estamos ya tan viejos... y ni dios se cree ya que hayamos logrado seguir siendo Peter Pan. Me pesan demasiado los güevos para salir volando. Sabes también como yo que me follaría a Campanilla en un motel de carretera. Lo sabes... y eso te hace cómplice, amigo.
míguel asturias