A veces me levanto pensando que me gustaría estar muerto. Bueno, esa es otra historia que me lleva a lo que quiero contar. Uno cree que tiene que hacer el bien ante todo, sin esperar nada a cambio, sin esperar reciprocidad. Si uno quiere hacer lo correcto en cada momento no debe frustrarse si el otro no lo hace. La exigencia con uno mismo debe relajarse con los demás, porque casi siempre decepcionan. Está la ética del trabajo bien hecho, llegar a casa sin reprocharse nada, con las aspiraciones realizadas.
Como personalmente no espero nada de los otros, cuando éstos me devuelven un gesto humano, aunque sea mínimo, estallo de felicidad. Vivimos ensimismados en las ciudades, los demás no caben en nuestro pensamiento, las leyes de urbanidad pasaron a la historia cuando ganar dinero y producir pasó a ser lo más importante. Mi profesor de ética en el instituto llevaba un bigote horrible. Yo dibujaba monigotes en el pupitre de madera.
Ahora el enemigo es nuestro sistema de producción en cadena y la obsesión por la rentabilidad y el beneficio, que han aniquilado lo humano. Cuando nuestro modo de vida individual no le interesa económicamente a la empresa, nos despiden o nos acosan para que nos vayamos. Si estás desequilibrado, te compras un arma y te cargas al jefe rancio o al compañero abusón.
Hoy en día el lugar de trabajo atenta contra la vida.
No es sólo afortunado aquel que trabaja en lo que le gusta, sino aquel que disfruta de un buen ambiente real en el trabajo.
El pensamiento dominante es llamar vagos a aquellos que no quieren pertenecer a ese sistema laboral destructivo de la persona. Puedes criticar a la monarquía, pero no critiques al trabajo. El Marxismo pone por encima al trabajador y no a la persona. El Neoliberalismo no mira ni al trabajador ni a la persona, quizá al consumidor, al cliente..
Quizá el catolicismo mira al pobre desempleado con ojos más amables, ya que los primeros cristianos fueron parias y estuvieron con los marginados. No quiero llegar a nada, no quiero ascender, no quiero ganar más dinero, no quiero vivir por encima de mis posibilidades, no quiero consumir más de lo necesario.
El trabajo es para ganar dinero, ya está.
Un alienado no aspira a más que a su propia conciencia.
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