Me dijiste la pasada noche que me esperarías a las 4 y media en La caja de los pájaros, en aquella calle llena de pubs y bares. Recuerdo el beso húmedo que me diste, y tu pierna larga con tatuajes mal hechos de frases inconexas y nombres fatuos. En la ciudad desconocida, repetida en otros sueños, recorriendo en grupo su casco histórico, una amiga me preguntaba con cierta sorna si yo te estaba trabajando, porque me veía hablando mucho contigo. Después me uní a otra gente, algunos ya bastante borrachos, entramos en locales poblados de bohemios y modernos. Más tarde te vi de nuevo, con tu grupo de amigas, posando para selfies y otra clase de fotografías. Entonces llamé tu atención y te pregunté adónde ibas. En ese momento quedaste conmigo para aquella madrugada en La Caja de los pájaros. Quizá el nombre era otro, lo que sé con certeza es que me besaste, y que aún relamo tu saliva, y que no pude presentarme porque tuve que despertarme.
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