Crónica de un confinamiento
Enganchado a este tubo metálico,
me es imposible recordar el pezón de tu alegría.
Todo se hace recuerdo, promesa infame
de un cuadro de Sorolla.
Niños tumbados en la arena, el mar que ruge,
la silueta de una gaviota en el cielo,
una pelota que bota ruidosa en el patio de una iglesia;
Ramón J. Sender...
No me importa ya nada.
Quiero estar solo, olvidado,
con el hálito suficiente que me permita respirar.
Me irrita esta vida vencida más que la muerte.
Esas lecturas básicas de la infancia,
y después, tanta renuncia
tanto rechazo, y las vecinas que te mandaban callar.
Tiempo de monjas sentadas en el banco de la puerta
y un niño del siglo pasado
no, de hace trescientos años
el álamo derribado
y los viejos muertos, pero no de esta manera.
¿Don Quijote qué pinta en este mundo ya?.
Yo no soy un club ni una fundación de adioses.
No quiero que me acompañen las salvas,
no ahora que he descubierto el engaño.
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