Un teleoperador se da cuenta pronto de que la naturaleza humana es rastrera y desagradable. Sea el empresario que lo contrató como el cliente al que atiende. También el compañero que tiene al lado. Y no nos olvidemos de los supervisores. Además, da la sensación de que a nadie le gusta su trabajo, nadie está ahí porque le fascine el teléfono ni aguantar las broncas de clientes insatisfechos. Por eso todos están siempre hablando de sus vacaciones. A expensas de caerle mejor o peor a la coordinadora que parte el bacalao. Los liberados de la UGT y de la CCOO versus los de la CGT, más implicados en las cuitas de los empleados.... (Continuará algún día, cuando ya no tenga que trabajar de teleoperador)
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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