Ahora echo de menos ser uno de esos padres en los parques infantiles. Aunque no hay nada más estresante que ser padre y no tener curro. Ahora me miran, me miro mejor. Es injusto, lo sé. Pero a la sociedad no le importan los hijos. No es solo a las empresas, a la gente se la suda. Por el trabajo se perdona todo. Ya se puede estar muriendo tu padre, tener trabajo es la perfecta excusa para pasar de la familia sin que nadie te pida responsabilidades. Pronto lo supe en mi casa. El trabajo es sagrado y es lo primero. Yo era un niño, casi un adolescente, y tuve que aprenderlo. Me rebelé contra eso. Cómo puede ser que tener un trabajo sea más importante que lo que uno es y siente. Incluso para tu propia familia. Y aún así, fue mi padre el que quiso que no fuera como él. Pero porque él nunca fue el que yo creía que era. Mi padre era(aún es, aunque no sé por cuanto tiempo), más parecido a lo que yo soy ahora , pero también a lo que yo fui. Solo que él empezó a currar antes, a los 13 años, de aprendíz en una farmacia o en mil sitios.
El psicólogo del colegio de curas me llamó inadaptado. Yo siempre he querido ser fontanero, o albañil, o electricista, como mis vecinos, gente mejor adaptada a su entorno, cuyos padres vinieron del campo, de los pueblos, a mi barrio (aislado) de Córdoba. Qué hacía mi padre casado y con dos hijos en aquel barrio en los límites de la ciudad, casi a punto de salirse del municipio.
Yo quiero ser gente como Jóse, mi vecino de toda la vida, que murió el año pasado de cáncer de esófago. Escribía poemas y nunca encontró un trabajo decente. Pero tenía una mujer estupenda y una hija. Podría haber sido yo. Murió con 47.
Oda a la gente normal, a la que hemos conocido. Vivos y muertos.
Comentarios
Publicar un comentario