Hoy he visto un gato negro
semiescondido detrás de un árbol
chamuscado por el odio.
Le he tirado una bomba de agua
como esos globitos que llenan los niños
embriagados por la rabia.
Debería haberle arrojado una piedra
grande dura afilada
para hundirle los sesos
romperle el cráneo en mil trocitos
de estaño.
Ay qué daño.
Y después, consumar su venganza
arrojándome por el balcón
hasta que mi cuerpo reventase
rebotando en los alféizares
de todas las ventanas.
Imagínate una caída infinita
la agonía de saberse muerto
en el aire
no hay lugar para ti en la tierra.
Un gato me ha mirado.
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