Yo tampoco cojo el teléfono
ni abro la puerta a desconocidos
de pequeño me escondía
debajo de la cama,
ay qué risa
qué espanto.
Mi madre nos atizaba con la zapatilla
y yo me vengaba revolviendo sus bragas
espiaba a las vecinas
a través del tejado de uralita
mi primer ordenador fue un 486.
Quiero que vuelva la peseta
y que gobierne la izquierda
enamorarme con antelación
para prever el daño.
Siempre que escribo,
me gano un nuevo enemigo
no aprovecho ese resquicio
para lograr ser aceptado.
Y no lo hago por mí
yo soy una isla
como todos
Me involucro en el barrio
en los pisos okupados
en la nueva burbuja inmobiliaria
sus grúas su grotesco odio
porque a mi hija le tocará
ir al colegio bilingüe de al lado.
Mi deseo es que esta sea su casa
fea casi vacía alejada de todo
pero suya.
Yo le dejaré dinero en el banco.
Pesetas que gané
con el sudor de mi padre.
Quizá moriremos de cáncer
como todo el mundo
pero que a ella no le toque cuidarnos
como yo no cuidaré a los míos,
eso imploro
que sean los robots de antaño
los que maximicen nuestros gritos.
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