Pegando fotos antiguas en el álbum. Qué joven, cuanto pelo y qué aura de
fracaso ahora. No echo nada de menos, pero qué ganas de dormir. Me
gustan los encuadres y los tonos de esas fotos de carrete. Muchos amigos
que apenas son mudos testigos en este facebook actual. Sin nostalgias.
Sin felicitaciones de Navidad. No por nada. No hay tristeza ni excesivos
recuerdos. La vida ya es otra, rápida y desmemoriada. Buscando hueco en
el álbum para que la foto no se salga de la narrativa. Lo único que
pesa son los sueños olvidados. Pero tampoco tanto. El siglo XX va
quedando ya tan atrás. Encontrar aquí y allá los restos de aquel mundo,
como un preciado tesoro que algún día ofreceré a mi hija. Como palabras
de un viejo idioma con pocos hablantes. Yo me veía guapo. Una
preciosidad entre las ruinas. El año no se corta el día 31. La vida
continúa.
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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