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La Gracia

Gracias a los que alguna vez me conocieron
y ya me han olvidado.
Mientras les serví y les quedé cerca
todo fueron parabienes e invitaciones a sus casas.
Un hombro donde llorar siempre es útil.

Pero cuando ya no puedes dedicarles el mismo tiempo
porque aunque no lo parezca, yo también tengo ocupaciones,
dejas de ser ese chico al que llamar a horas intempestivas.

Mis padres sólo tuvieron amigos de jóvenes
y bien que lo comprendo ahora.

Me parecían entonces personas grises y pesimistas
sin un buen consejo que ofrecerme,
solo miedos y temores a veces infundados.

Yo no sé lo que es un amigo de verdad, no lo recuerdo.
Quizá lo tuve de joven, quizá compartimos cosas.
Pero de verdad que ya no me acuerdo.
Ahora los que me cuentan sus asuntos,
¿lo hacen por amistad o porque soy el único
que a veces los escucha?
Y yo, ¿a quién le cuento mis cuitas?.
Yo no tengo eso, a lo mejor ciertas preocupaciones,
cuestiones de agenda.
Pero asuntos de miradas, palabras que llegan adentro,
de eso, de verdad que no me acuerdo.

Y si alguna vez sentí algo de esto,
tuvo que ser por obra de la Gracia.

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