Tengo una vida poco interesante, si por interesante tenemos el concepto de una existencia no familiar, apasionada y aventurera, como de persona joven sin responsabilidades ni obligaciones. En mi vida nunca pasa nada, si por pasar algo pensamos que es que sucedan cosas extremas una detrás de otra, como en las películas o en los libros de suspense, también llamados thrillers.
No soy guapo ni tengo una superpolla, si por belleza consideramos unos rasgos simétricos y si por superpolla consideramos unas medidas que se encuentren entre 18 y 24 cm.
Escribo esto desde el dormitorio de mi hija pequeña y me relaciono bastante poco. Estoy en la mitad de mi vida y no he conseguido ni la cuarta parte de lo que soñaba en mi juventud. Todas las redes sociales me recuerdan que no soy guay, que ya soy viejo para enseñar mis músculos en un selfie y que donde estoy ahora es donde debo estar.
Recuerdo a los muertos recientes junto a mi mujer, y sollozamos juntos. Nuestra hija nos mira con gesto serio, como de preocupación, si es que con 6 meses de vida pudiera mostrar ese gesto de forma consciente.
Espío a los vecinos cuando encienden las luces de sus pisos, y pueden seguirse sus quehaceres sin ser descubierto. Mi mujer me dice que debo tener una vida muy poco interesante, como si ella no formara parte de ésta. Pero ella no necesita espiar a los vecinos. Algo de lo que dice, de lo que juzga, suena a certeza.
Me dejo barba por no afeitarme, ¿para qué?. No necesito ir a entrevistas de trabajo ni a reuniones formales. Además, la barba se lleva. Aunque la mía es descuidada, de pobre.
Me comunico más por el chat del facebook que en persona. Ésta es una vida de perro, por muy sofisticada que parezca. Inane (siempre he querido usar compulsivamente este adjetivo), fatuo, vano, vacuo, vacío..
Por las mañanas, siento la necesidad de inventar lenguas estúpidas e infantiles, que son deformaciones gilipollescas de palabras, como "atraparkkk las cousas por el mangou..".
Es como cantar-gritar en la ducha porque no se sabe la letra..
(Continuará..)
No soy guapo ni tengo una superpolla, si por belleza consideramos unos rasgos simétricos y si por superpolla consideramos unas medidas que se encuentren entre 18 y 24 cm.
Escribo esto desde el dormitorio de mi hija pequeña y me relaciono bastante poco. Estoy en la mitad de mi vida y no he conseguido ni la cuarta parte de lo que soñaba en mi juventud. Todas las redes sociales me recuerdan que no soy guay, que ya soy viejo para enseñar mis músculos en un selfie y que donde estoy ahora es donde debo estar.
Recuerdo a los muertos recientes junto a mi mujer, y sollozamos juntos. Nuestra hija nos mira con gesto serio, como de preocupación, si es que con 6 meses de vida pudiera mostrar ese gesto de forma consciente.
Espío a los vecinos cuando encienden las luces de sus pisos, y pueden seguirse sus quehaceres sin ser descubierto. Mi mujer me dice que debo tener una vida muy poco interesante, como si ella no formara parte de ésta. Pero ella no necesita espiar a los vecinos. Algo de lo que dice, de lo que juzga, suena a certeza.
Me dejo barba por no afeitarme, ¿para qué?. No necesito ir a entrevistas de trabajo ni a reuniones formales. Además, la barba se lleva. Aunque la mía es descuidada, de pobre.
Me comunico más por el chat del facebook que en persona. Ésta es una vida de perro, por muy sofisticada que parezca. Inane (siempre he querido usar compulsivamente este adjetivo), fatuo, vano, vacuo, vacío..
Por las mañanas, siento la necesidad de inventar lenguas estúpidas e infantiles, que son deformaciones gilipollescas de palabras, como "atraparkkk las cousas por el mangou..".
Es como cantar-gritar en la ducha porque no se sabe la letra..
(Continuará..)
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