Entonces estábamos poseídos por las hormonas, en las largas tardes de Otoño con la revista Pronto y la Cope con Encarna Sánchez, y en el radiocasete la música de Isabel Pantoja y Grease, leyendo, charlando, y al lado, la madre cosiendo. En la calle, torneos de yo-yos y el cadáver de un suicidado con la cabeza abierta en la acera. A un vecino le reventaron un globo ocular con una canica de las gordas, de las de veinte duros, pero después no fue para tanto, no llegó a perder la visión. En la bodeguilla de Lola, una virgen portátil encima del mostrador, y allí le dábamos una botella de a litro para que la llenara de vino blanco. En la panadería La Catalana, el drama del hijo muerto siempre presente, y más allá, en la esquina, el vecino que se metió en la droga y llevó a la ruina a su familia. En la farmacia del barrio, Pepe el solterón que sabía más que los médicos, y otro vecino profesor que se sacó las oposiciones y que quizá fuera mariquita. Mucho antes de la invención de facebook, las madres ya eran redes sociales en sí mismas. Conocíamos las vidas de las vecinas, lo que contaban y lo que ocultaban, como en un pequeño pueblo. El Pryca estaba al lado, y para mí era una biblioteca y una tienda de música. Íbamos y volvíamos de casa de la abuela como si de una segunda casa se tratara. La lluvia repiqueteaba en los cristales del balcón, mientras el canario dormitaba dentro de la jaula tapada con un trapo blanco. Aún me parece mentira vivir a 400 km. en un barrio que en nada se parece al que fue el mío.
N o la conoces pero ella sabe tu nombre. Es de esas personas por las que muchos morirían o se matarían. No es sobrehumana tiene defectos pero deja una marca que cuesta borrar. Es una reina que no ejerce pero se encuentra con súbditos por todas partes. Practica una suerte de hipnosis o de sortilegio oculto palabras en un idioma que solo ella susurra en tu oído. Tranquiliza saber que esta alegría este sufrimiento es ampliamente compartido. Me he propuesto disfrutar de su presencia mientras dure el hechizo. Porque mañana no estará ni habrá posibilidad de conocer su paradero. Somos varios los que nos encontramos en un lugar secreto, y al decir un código que todos hemos pactado, deseamos que ella haga acto de presencia. Pero solo nos queda la leyenda. A D.
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