En verano la gente está más muerta de lo normal. Bajan las persianas como si sus viviendas fueran mausoleos de cementerio. Los "rodríguez" se quedan en casa como enterradores. Y miran a sus vecinas desnudas por la ventana, deseando ser fantasmas que pudieran meterse en sus pisos sin ser detectados. El verano siempre tiene a un turista perdido en una rotonda de una urbanización de interior, que mira su mapa deshilachado, sin saber si pensarlo o contarlo en un wassap a su grupo de amigos.
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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