Las espaldas se relativizan
como las despedidas automáticas.
La chica más popular del instituto
salía con el tío menos conocido de la escuela.
La gente parecía llevarse bien
y quizá era así a pesar de todo.
Pero nos obsesionaban las peleas de gallos
la lucha libre, el boxeo y el taewkondo.
Él se aprendía de memoria los diálogos para sentirse seguro.
No se fiaba ni de la sombra de su sombra,
y ensayaba un "te quiero" cada día delante del espejo.
Le miraban raro y
le observaban fíjamente.
Se le daba mal ser natural
y reírse con las ocurrencias
de los demás.
Pero los respetaba,
no se dejaba seducir por la fácil confianza,
falsa y teatrera
tan típica de los maniquíes de nuestra época.
En soledad vivía sus sueños de alambique..
Comentarios
Publicar un comentario