Este bar se llama Carachi, nombre al que sigo buscando sentido, como a la paloma que adorna el cartel. No hay nada paquistaní en su forma ni en su esencia, pero logra que encuentre el placer de lo cotidiano, un montado de tortilla de patata, una de las más ricas que he probado. Voy una vez a la semana, y siempre pido lo mismo, y le digo las mismas palabras ensayadas delante del espejo al camarero. Mi mujer, la chica de ojos exóticos que parece tailandesa, soporta mis rollos repetitivos, poniendo la mente en blanco. Un hombre de pelo blanco juega a la máquina tragaperras día tras día, a veces gana, y otras, pierde. Conoce a todos por su nombre, menos el nuestro. Es un buen sitio para volver después de un tiempo vagando por el mundo, es un buen lugar para no salir nunca. Uno pertenece a Carachi casi sin darse cuenta..
E l día que me ponga en serio a escribir, no va a quedar ninguna ubre llena, ni un ojo invadido por hormigas los colores de la vida blanco rojo y marrón serán la tinta de mi pluma no regresaré a la niñez más que una vez para visitar la infancia de mi padre como un viajero del tiempo. Me han engañado muchas veces me he peleado demasiado pocas he besado a escasas mujeres en la boca. Pero el día que me ponga a escribir de verdad empezaré a vengarme de la vida. Llamaré puta a la que es puta e hijo de al que fue amamantado con estiércol. Arrastrarme por el fango arrojarme desde un puente del Sena. No tiene sentido quedarme esperando sentado cuando tantos monstruos desfilan delante de mi vista. Yo no puedo seguir siendo bueno ni tal mal escritor un ser asqueroso generoso bondadoso piedras que hieren mis tobillos. He llorado demasiado con tus miserias y nadie me ha querido. Convertiré la tristeza en desprecio el perdón en ira la compasión en odio. ¿Por qué no me has amado? Ganas de golp...

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