Aprendi a andar entre los claveles del balcón
y los pegos de mi padre
un monstruo se aparecía a las 5 de la tarde.
Y el astro-rey se hacía emperador en casa la abuela.
Cuántas tardes pasadas con el vhs saltarín
y la televisión por cable,
éramos un ejército de yugoslavos fieles y sumisos.
Mi vida era como la de tantos otros.
Imaginaria y auditiva.
En la calle cerrada
nos conocíamos todos los vecinos
juegos bestiales de yo-yós
y noches en la tetería
como si lo nuestro fuera del de abajo
como si lo tuyo fuera del de arriba
juntos entrelazados parecíamos familia.
Olvidar tanto movimiento es fácil
la quietud se viste de mansalva.
Para contar la historia de tu caminar
se necesita toda una enciclopedia.
Sencillamente genial.
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