Debo reconocer mi fascinación por el Pop-Rock cantado en francés, que comenzó, o mejor dicho, que recuperé con Dominique A, y que prosigue con Katel y Benjamin Biolay. Si tuve una época en que lo brasileño y lo portugués, bandera enarbolada por Madredeus, Rodrigo Leâo, Caetano Veloso, etc.., me entusiasmó, ahora me arrebata la música gabacha. Busco alternativas a la preeminencia anglosajona en las emisoras europeas. Somos los grandes desconocidos, los mismos europeos no nos conocemos. Tratamos como hermanos a los americanos y a los británicos, inventores y difusores del rock and roll por el planeta, y nos hemos acostumbrado a su lengua casi como si fuera la nuestra. No quiero crear una causa antiamericana, pero a lo que sí aspiro es a recuperar a nuestro entorno musical cercano, incluyendo el norte de África. Tengo que lidiar con las contradicciones típicas culturales en la que los europeos nos movemos. Comemos, nos vestimos, vemos cine y escuchamos música como los americanos, e incluso hacemos canciones en su idioma y en los nuestros, tan bien como ellos. Creo que sería positivo tener algo de proteccionismo cultural y rememorar cierto planeta cultural panaeuropeo como había en los 50, 60 y 70.
Debo reconocer mi fascinación por el Pop-Rock cantado en francés, que comenzó, o mejor dicho, que recuperé con Dominique A, y que prosigue con Katel y Benjamin Biolay. Si tuve una época en que lo brasileño y lo portugués, bandera enarbolada por Madredeus, Rodrigo Leâo, Caetano Veloso, etc.., me entusiasmó, ahora me arrebata la música gabacha. Busco alternativas a la preeminencia anglosajona en las emisoras europeas. Somos los grandes desconocidos, los mismos europeos no nos conocemos. Tratamos como hermanos a los americanos y a los británicos, inventores y difusores del rock and roll por el planeta, y nos hemos acostumbrado a su lengua casi como si fuera la nuestra. No quiero crear una causa antiamericana, pero a lo que sí aspiro es a recuperar a nuestro entorno musical cercano, incluyendo el norte de África. Tengo que lidiar con las contradicciones típicas culturales en la que los europeos nos movemos. Comemos, nos vestimos, vemos cine y escuchamos música como los americanos, e incluso hacemos canciones en su idioma y en los nuestros, tan bien como ellos. Creo que sería positivo tener algo de proteccionismo cultural y rememorar cierto planeta cultural panaeuropeo como había en los 50, 60 y 70.
Ya no tengo esperanzas de que el intercambio cultural europea pase de minoritario o puntual, pero ¡¡ qué diablos !! si lo buscamos lo encontramos.
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