Radio Pirata
Esta noche he soñado, que paseando por la Ciudad Imaginaria, entraba en las instalaciones de una radio pirata, cuyo nombre no recuerdo, y alí encontraba a unos conocidos. El locutor me pasaba el testigo y me pedía que le sustituyera en su programa. Casi sin saber de qué iba, preparaba la inmediata emisión de ese mismo programa. Se unían dos chicas jóvenes que no conocía, y de repente comenzaba la música de la sintonía y yo tenía que hablar.
Delante de unos grandes ventanales, me entrevistaba antes del programa con Eduardo Zaplana, que de forma amigable me pedía que no le preguntase sobre su vida privada, porque sus cuñados de Guadalajara escuchaban la emisora y no quería que se enterasen.
Una grúa industrial con operarios que pasaba en ese momento detrás de los ventanales, cogía a Zaplana y se lo llevaba de allí.
Más tarde, caminaba por las calles antiguas e inseguras, en obras, del casco viejo de esa Ciudad, parecida a la Ciutat Vella de Barcelona, recorría una plaza con palmeras y palacetes derruidos y subía por un camino poco iluminado que llevaba a una colina desierta, veía luces de linternas y personas no hostiles que pasaban a mi lado. Llegaba a la cima de la colina, y allí el locutor de la radio pirata me esperaba para entregarme algo...
Esta noche he soñado, que paseando por la Ciudad Imaginaria, entraba en las instalaciones de una radio pirata, cuyo nombre no recuerdo, y alí encontraba a unos conocidos. El locutor me pasaba el testigo y me pedía que le sustituyera en su programa. Casi sin saber de qué iba, preparaba la inmediata emisión de ese mismo programa. Se unían dos chicas jóvenes que no conocía, y de repente comenzaba la música de la sintonía y yo tenía que hablar.
Delante de unos grandes ventanales, me entrevistaba antes del programa con Eduardo Zaplana, que de forma amigable me pedía que no le preguntase sobre su vida privada, porque sus cuñados de Guadalajara escuchaban la emisora y no quería que se enterasen.
Una grúa industrial con operarios que pasaba en ese momento detrás de los ventanales, cogía a Zaplana y se lo llevaba de allí.
Más tarde, caminaba por las calles antiguas e inseguras, en obras, del casco viejo de esa Ciudad, parecida a la Ciutat Vella de Barcelona, recorría una plaza con palmeras y palacetes derruidos y subía por un camino poco iluminado que llevaba a una colina desierta, veía luces de linternas y personas no hostiles que pasaban a mi lado. Llegaba a la cima de la colina, y allí el locutor de la radio pirata me esperaba para entregarme algo...
¿el qué? el qué!!!?? no lo dejes ahora así, malandrín!!!
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