A veces, dentro de la tiniebla, se agita un extraño nombre. Puedes ver brillar las letras del asesinato en medio de la oscuridad más negra. Reza para que no sea tu apellido el que aparezca en la causa del crímen, mira la foto de perfil, ruega para que no sea tu naríz de arlequín.
Se te ha acabado la imaginación y el deseo. Pudiste matarme, pero no lo hiciste. No quisiste darte cuenta, de que aún en la oscuridad, puede contemplarse el hambre, el fulgor de la notoriedad. Que incluso en el interior de la tiniebla existen las ganas de destacar. Has llegado tarde a tu propio entierro. No tienes remedio.
Se te ha acabado la imaginación y el deseo. Pudiste matarme, pero no lo hiciste. No quisiste darte cuenta, de que aún en la oscuridad, puede contemplarse el hambre, el fulgor de la notoriedad. Que incluso en el interior de la tiniebla existen las ganas de destacar. Has llegado tarde a tu propio entierro. No tienes remedio.
sí, pese a estar hundido en la oscuridad el cerebro humano sigue trabajando incansable, buscando la culpa en los cajones ajenos e intentando sobrepasar a los demás. muy gráfico, como los túneles ferroviarios. húmedos, muy fríos.
ResponderEliminarun saludo