Una nave industrial en medio del campo. Blanca, encalada, con un patio central. Dentro, mi novia y yo, un escenario iluminado con luz roja, apenas hay gente. Andamos y vemos a los músicos montar el escenario. Al momento, mi novia y yo tapados por una sábana transparente en las primeras filas. A nuestro lado, una pareja de veinteañeros americanos. Hablamos de los yanquis y le miramos la calva al cantante del grupo Devo, que nos observa, y quizá quiere participar de nuestra conversación. Son Devo, banda estadounidense vanguardista. En otro instante, estoy en el patio. Llueve una lluvia muy fina que proviene de la máquina, un depósito rectangular muy alto, sostenido por unos soportes, suspendido sobre el patio. Otro calvo cuarentón con gafas de pasta nos explica que él ha inventado la máquina de lluvia. Activa un mando a distancia y la lluvia vuelve a caer sobre nosotros, esta vez con más intensidad. El inventor pertenece también a DEVO.
Hoy, querido amigo, deberíamos olvidarnos de todo para así darnos la mano tranquilos. Recuerda esos momentos en la muralla embriagados en nuestras confidencias parecían palabras de otro tiempo mas cuanto daño nos hicieron. Si sólo nos unía la mala suerte ¿por qué la convertimos en pose de fracaso?. Otros confundían nuestros nombres alguien nos dijo que simulábamos ser hermanos en la lejanía todo se confunde todo debería ser perdonado. Nunca volverá ser lo mismo, lo sé la vida parece tener otros propósitos ajenos a antiguas aventuras. En el relativismo que a veces odio se encuentra la perfecta excusa para alejarse e instalarse en el eterno desencanto. Las películas que ahora se ven en la soledad de un cine vacío ya no nos dicen lo mismo aunque las estrellas sean las de siempre sus rostros parecen haber cambiado. Somos mejores cuando escribimos torcido somos mejores cuando fotografiamos espectros. Los insultados han creado un mundo más habitable. Pero la sinceridad se vende caro cuando l
Comentarios
Publicar un comentario