Cuando llego a mi casa, llego tan agotado de sortear zanjas y peatones estresados en estas calles difíciles y antihumanas de Madrid, que sumado a los precios prohibitivos del alquiler y compra de los pisos, me pongo a pensar seriamente en unirme a todos aquellos obligados a irse de la capital por motivos económicos. Inmigrantes, sed bienvenidos a Madrid, os regalo esta puta ciudad. Yo me voy a provincias, donde vivir (y no sobrevivir) es más barato.
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...
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