LOS VIEJOS DEL FUTURO
Los que tenemos ahora treinta años no solemos pararnos a pensar en la clase de viejos que seremos ni el mundo que nos tocará vivir dentro de medio siglo. Lo que sí sabemos es que nos molestan los viejos de este tiempo. No tenemos paciencia cuando sus andares más lentos no nos dejan pasar por la acera, nos enervan cuando les cuesta entender lo que les decimos, y así nos irritamos con ellos muchas veces. Pienso que nosotros aún estaremos peor de lo que estos viejos están ahora. Algunos abuelos de las ciudades se mueren solos, pero todavía la mayoría tiene contacto con sus hijos. Nosotros, si llegamos a tener descendencia, o sobrinos, dudo que encontremos en ellos un refugio futuro. Seremos como los viejos americanos, en buena forma, sanos y deportistas, quizá autónomos y longevos, pero desconectados de sus hijos, de sus hermanos, de sus amigos. Antes se tenían hijos para que éstos cuidaran de los padres cuando fueran ancianos, sí, era interesado, pero también los hijos piden dinero a sus padres para la hipoteca y les tratan como canguros para sus nietos cuando ambos progenitores trabajan, y ya se sabe que hoy en día las jornadas laborales son eternas.
A falta de poder permitirte una asistenta para todo de origen sudamericano o eslavo, siempre quedará el abuelo. Yo creo que hay que fijarse en las sociedades que ya viven en el futuro, como la estadounidense y la japonesa, para saber como llegará a ser la nuestra. Da miedo, ¿no?.
Como vivimos en un mundo muy materialista, regido por lo económico y lo comercial, nuestras relaciones personales se han ido empapando de ese espíritu mercantilista. Buscamos la máxima rentabilidad en cada esfuerzo relacional que realizamos. Esto se ve en el asunto de la herencia familiar. Lo que le corresponde a cada hijo, no lo que merece, claro. Es lógico, si a mí mi padre me dio una cantidad o una propiedad que no me gané con mi propio esfuerzo, yo haré lo mismo con mi hijo. Pero otra opción sería que mi padre me diese un adelanto de la herencia, como una inversión a medio plazo para que yo pueda empezar el negocio, y cuando éste obtenga los primeros beneficios, pagarle con creces la inversión realizada. Relación cliente-director de banco, todo legal y de mutuo acuerdo. Nuestra sociedad se basa en la seguridad, en la confianza regulada por normas, también la familia y su instrumento de siglos, el matrimonio o la unión de hecho actualmente como una derivación desprovista del rito.
La cuestión es : ¿quién quiere morir solo? Pero puedes fallecer rodeado de amigos, o por una familia que no tenga lazos de sangre, sino de afecto y amor.
Y en el año 2056, ¿qué?.
Los que tenemos ahora treinta años no solemos pararnos a pensar en la clase de viejos que seremos ni el mundo que nos tocará vivir dentro de medio siglo. Lo que sí sabemos es que nos molestan los viejos de este tiempo. No tenemos paciencia cuando sus andares más lentos no nos dejan pasar por la acera, nos enervan cuando les cuesta entender lo que les decimos, y así nos irritamos con ellos muchas veces. Pienso que nosotros aún estaremos peor de lo que estos viejos están ahora. Algunos abuelos de las ciudades se mueren solos, pero todavía la mayoría tiene contacto con sus hijos. Nosotros, si llegamos a tener descendencia, o sobrinos, dudo que encontremos en ellos un refugio futuro. Seremos como los viejos americanos, en buena forma, sanos y deportistas, quizá autónomos y longevos, pero desconectados de sus hijos, de sus hermanos, de sus amigos. Antes se tenían hijos para que éstos cuidaran de los padres cuando fueran ancianos, sí, era interesado, pero también los hijos piden dinero a sus padres para la hipoteca y les tratan como canguros para sus nietos cuando ambos progenitores trabajan, y ya se sabe que hoy en día las jornadas laborales son eternas.
A falta de poder permitirte una asistenta para todo de origen sudamericano o eslavo, siempre quedará el abuelo. Yo creo que hay que fijarse en las sociedades que ya viven en el futuro, como la estadounidense y la japonesa, para saber como llegará a ser la nuestra. Da miedo, ¿no?.
Como vivimos en un mundo muy materialista, regido por lo económico y lo comercial, nuestras relaciones personales se han ido empapando de ese espíritu mercantilista. Buscamos la máxima rentabilidad en cada esfuerzo relacional que realizamos. Esto se ve en el asunto de la herencia familiar. Lo que le corresponde a cada hijo, no lo que merece, claro. Es lógico, si a mí mi padre me dio una cantidad o una propiedad que no me gané con mi propio esfuerzo, yo haré lo mismo con mi hijo. Pero otra opción sería que mi padre me diese un adelanto de la herencia, como una inversión a medio plazo para que yo pueda empezar el negocio, y cuando éste obtenga los primeros beneficios, pagarle con creces la inversión realizada. Relación cliente-director de banco, todo legal y de mutuo acuerdo. Nuestra sociedad se basa en la seguridad, en la confianza regulada por normas, también la familia y su instrumento de siglos, el matrimonio o la unión de hecho actualmente como una derivación desprovista del rito.
La cuestión es : ¿quién quiere morir solo? Pero puedes fallecer rodeado de amigos, o por una familia que no tenga lazos de sangre, sino de afecto y amor.
Y en el año 2056, ¿qué?.
Todos morimos solos. Es la única manera. No elegimos, el momento, la manera ni el lugar. Ni siquiera podemos elegir si plantar cara o no. No podemos elegir estar lúcidos ó agonizantes, verlo venir o estar desprevenidos. Podemos plantar cara a la vida, buscar a los demás o darles de lado. Eso nos definirá porque quien somos realmente, la persona que se es en nuestra propia percepción muere con nosotros, solo queda el rumor del yo ajeno, el que percibieron los demás y sobre todo sus acciones conocidas, íntimas o públicas. En nuestro egoismo esa es la importancia del que queda vivo,del último en pie,la memoria de los que murieron. Porque nuestros actos individuales, secretos, los más nobles y a menudo los más ruines, los que se reflejan en nuestro espejo y solo él los conoce, esos se pierden con nosotros. Una peli sobre ello es Never Die Alone.
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