Q uiero que me entierren con una sudadera, a ser posible con un chándal y barba de cuatro o cinco días. También que depositen a mi lado un teclado pequeño, tipo Casio. Me gustaría componer música en el Ultramundo. Tú me recordarías como una estrella indy del pop. Otras personas como alguien serio, que nunca sonreía en las fotografías. Sería curioso haber tenido en mi mente, durante muchos años, la película de una vida intensa, y en realidad, no haber tocado el corazón de nadie apenas. Mis besos no te supieron a nada no me diste tiempo cuando te busqué no estabas Y aún así, me reprochaste que me controlaba. Tendría que haber tomado por la fuerza lo que creía mío por derecho, en lugar de respetar tu libertad y tu falta de sentimientos. Recordadme que sea enterrado con un buen chándal Adidas retro, la barba bien cuidada en un Barber y los labios aún con el sabor a tu saliva y quizá a otros fluidos. Qué bueno habría sido robar tu alma que me recordaras como aquel que te hizo daño, ese al q
A pagó el teléfono para que ningún conocido le volviera a recordar que la mejor película era El Padrino, o El Resplandor, o 2001. Fuegos fatuos. La mejor película era aquella en super-8 en la que salía su abuelo. Un clásico inolvidable aquella cinta VHS alquilada por 1 euro en La Fuensanta. Su hermano saliendo de casa a horas extrañas para traer una peli de serie b casi inencontrable. Disfrutarla juntos y después comentarla. No quiero a Stanley Kubrick hurgando en mi cabeza. Las películas que me gustan me las grabo yo de la tele. Cuánto más raras, más familia. Señor, llévame a Barsoon pronto...